sábado, 4 de julio de 2009

Severiana la Tamalera

Volcán es el portón de la Quebrada de Humahuaca; cuando funcionaba el ferrocarril, aquí se hacía el recambio de personal ferroviario, y el tren de pasajeros paraba horas y horas, mientras la gente descendía a comer empanadas, tamales, picantes; a beber vino, chicha, api... Aquí vivía Severiana, la tamalera.
Severiana, la tamalera, debe tener sus casi sesenta años, güenamoza todavía, con esos aires de chola que viene de los valles; hace varios años se instaló en el Portón de la quebrada, donde sigue atando tamales, comida regional que le enseñó a hacer su mama y su agüela.
Madrugadora como genti de antes...oscuro, oscuro, ta renegando alsao su bolsa, frente a la puerta del carnicero, que abre tarde su negocio; porque le sobra plata, según los dichos de Severiana; pero para ella la hora corre y no le da tregua pa descansar un poco. Es sola y tiene cien cosas p’hacer: buscar chalas, en tiempos en que el choclo escasea; moler maíz en su mortero o, cuando el grano es mucho, en su piegra palta, con cutana mango de churqui asegurao con tientos; separar prolijamente las chalas pa envolver el tamal, hacer atadores, amasar la pasta de maíz, preparar el recao con charqui y papas; después atar uno a uno los tamales y hervirlos en una olla de barro.
¡Tamales, señor!...¡a los tamales con charqui!...dos por un peso, tres por un peso y hasta cinco por un peso, cuando ya están guardados de muchos días.
Claro, el tren de pasajeros ha dejado de correr hace algunos años y Severiana quedó sin mercado, porque allí se vaciaba su olla en un abrir y cerrar de ojos; tal vez le faltaba el tiempo, pa hacer y vender tamales. En cambio ahora las ventas son escasas y anda penando para terminarlos.
A Severiana se le fue el tiempo trabajando y no tuvo lugar pa salir a las fiestas, a buscar un mancarrón que le sirva de algo, o siquiera le ayude a atar tamales. A ella le hubiese gustado cantar sus coplas y recuerda que alguna vez encintilló su sombrero pal carnaval, y que apaleada por el cansancio se tiraba largo a largo pa descansar un rato. Sin embargo, tuvo sus guaguas: una china y un chango; que son hijos del viento, que son navidares o hijos del diablo; él solo lua hecho y después se va. Esta es la filosofía del colla patriarca y mujeriego que anda suelto en las fiestas.
¡Ahh! Severiana, con su brasero y su olla, no olvidó la costumbre de ir a la estación y sentarse a lau las vías, esperando el tren de pasajeros que ya no llegará. Por eso tal vez, de rabia y bronca, se apropió de un galpón abandonado del F.F.C.C e instaló su cama, su mesa, su ojliador, su piegra... y su televisor.
Severiana no es caída del catre, se las sabe todas: cuál china ta embarazada, con solo verla caminar; cuál es la mujer descazadora, y está al tanto de todo lo que pasa en el mundo... Sin embargo sigue haciendo sus tamales. Así crió a sus hijos, así vive en su galpón...
¡Solita vivo en mi casa!...¡solita como un árbol!

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